miércoles, 10 de febrero de 2016

El anciano y el joven, una reflexión de valor.

Un anciano preguntó a un ciego;
¿Cuál es tu mayor deseo?
-El ciego le respondió- poder ver aunque sea diez minutos a la que me trajo a la vida y al que me cuidó y enseñó lo que soy.

El anciano se retiró y preguntó a una persona que no tenía brazos;
¿Cuál es tu mayor deseo?
-la persona sin brazos respondió- poder dar un abrazo.

Más adelante el anciano preguntó a uno que no tenía pies;
¿Cuál es tu mayor deseo?
-la persona sin pies le contestó- poderme levantar y caminar para no molestar a nadie más una ayuda.

En seguida el anciano le preguntó a un joven que estaba completamente sano;
¿Cuál es tu mayor deseo?
A lo que el joven con un sonido susurrante en su boca tardaba en contestar. 
-El anciano irrumpió en la pregunta que le hizo, al entender que el que esta sano no por tenerlo todo sabe valorar lo que tiene.

El anciano le dijo observa al ciego que sin poder ver, quiere ver a sus padres y eso es la insinuación de honrarlos.
Lo que el ciego no ve físicamente, lo ve espiritual, ya que el querer ver a sus padres, no es verlos por verlos, sino para honrarlos mucho mejor y tal vez sin entenderlo él ciego, anhela guardar mucho mejor el precepto divino.
Después observa al que no tiene brazos, que su anhelo es poder abrazar, sin entender que el hombre esta formado de polvo de la tierra y el polvo de la tierra fue creado con palabras, por lo cual lo que quiere abrazar son letras con vida y eso una semejanza de la Toráh.
Abrazar la instrucción es lo máximo.
Después observa al que no tiene pies, su deseo es querer ayudar, ya que al no querer causar molestias, es querer ayudar, lo que el no entiende es que en su deseo el llama a lo que es más grande en la Toráh "ayudar".

El joven escuchando al anciano le dijo a final de cuentas ellos desean pero no pueden, no se que me quiere enseñar, decía el joven.

El anciano contestó -el quiere como el hacer provienen de lo alto, más tu escuchando ni quieres y ni haces.
Así que entre tu y ellos hay algo símil, sólo que tu estas peor por eso me detuve contigo a explicarte para ayudarte;
Tienes la ceguera que el ciego no tiene.
Te faltan las manos de el que no tiene,
Y te faltan los pies del que los desea.
El joven preguntó al anciano;
¿Cómo te llamas?
-ÉL anciano contestó-
La sabiduría.
Una pequeña reflexión de su Aj Jonathan Martinez.
Por cierto el nombre del joven o la joven, sólo esperó que no sea el TUYO.
Shalom.

No hay comentarios:

Publicar un comentario